miércoles, 13 de octubre de 2010

Vientos de otras tierras


Lejos quedan ya aquellos años en los que yo, orgulloso de tener mi propia llave del buzón, me bebía las calles que me llevaban de la escuela a casa para ver si en él había alguna carta en el buzón y no me refiero a una simple factura ya que es lo único que llega ya por correo sino, una carta de algún amigo o de algún que otro jóven amor.

Cartas llenas de sentimientos, historias, lágrimas y sobre todo olores, infinidad de olores que perduraban en ese sobre mientras recorría el país de una punta a otra y que al abrir te embriagaba sin incluso tener la intención de acercarte a olerla.

Ni que decir tiene que en esos años muy pocos tenían ordenador en casa, obviamente nadie tenía internet y los móviles estaban aún por llegar.

Esta semana llegaba yo de la calle y como todos los días al llegar a mi portal me dispuse a abrir el buzón, esperando dos o tres innecesarias cartas del banco, alguna propraganda de algún centro comercial y algún que otro calendario con el teléfono de un fontanero a los pies del santo de la imagen pero... había algo distinto, cogí todos los papeles que llenaban mi buzón y noté algo diferente, lo saqué de la baraja de papeles, lo examiné y una sensación de felicidad e ilusión recorrió mi cuerpo, no sabía como algo tan banal podía hacerme tanta ilusión...era una postal.

Cogí el ascensor y no la leí hasta que entré en casa, lo solté a todo, llaves, móvil... y me fuí a mi cuarto para leerla. Breve por el poco espacio que tienen pero intensa como la mejor de las postales. Volver a ver los sentimientos y las ideas de un amigo escritos de su puño y letra, nada de correo electrónico, alguna fuente del word para el chat del messenger o abreviaturas sin sentido en un mensaje de móvil, era una postal. Dónde el simple hecho de pararse a comprarla, escribirla y mandarla ya tiene un significado para mí ya que en estos tiempos que corren siempre con prisas no nos detenemos a tener detalles como estos, porque... ¿cuantas veces hemos estado en otra ciudad mirando en la tienda de souvenirs las postales? Y nunca hemos comprado una y si lo hemos hecho, nunca la llegamos a enviar.

Hago cargo de conciencia y prometo que cada vez que esté en una ciudad lejana a la que me vio nacer, comprar alguna que otra postal para enviar a algún viejo amigo.


* Si me estás leyendo desde algún recóndito lugar de la fría Austria, muchísimas gracias.

martes, 12 de octubre de 2010

Un despertar diferente


Por enésima vez me levanto hecho polvo después de un día de fiesta y por enésima vez cuando llegué esta noche (por decir algo) volví a ponerme el despertador, costumbre estúpida donde las haya y más después de salir, no sé porqué he cogido esa dichosa manía.

Esta mañana sonó, serían las 12:00 de la mañana, así que supuse que habría dormido unas 4 ó 5 horas, aunque tampoco sé a ciencia cierta a la hora que llegúe, lo único que vi era que el ordenador estaba encendido y en la mesilla de noche tenía un ejemplar de "El peregrino de Compostela" de Paulo Coelho así que sín más y en vez de ducharme o desayunar me puse a leerlo, para muestra, un botón:

jueves, 7 de octubre de 2010

Ya sí que sí


Ayer ya si que me despedí del verano. Estaba sentado en el sillón viendo los deportes de Cuatro después de una ingesta desproporcioanda de patatas que acompañaban a los filetes, cosas de las madres, cuando sonó el teléfono:

Yo: ¿Sí?
Montes: Calder, ¿qué estás haciendo?
Yo: Nada, viendo la tele que acabo de comer.
Montes: ¿Nos vamos a la playa?
Yo: ¿A la playa? Que va tío hace frío.
Montes: ¿Frío? ¿Tu has visto el día que hace?
Yo: Mmm no, es que no he levantado la persiana todavía.
Montes: Hace un pedazo de día tío, son las tres menos diez, a y cinco estáte abajo que no tengo saldo.
Yo: Mmm bueno, venga, ahora te veo.
Montes: Venga, hasta ahora.

Y nada, a la playa que nos fuimos, yo me esperaba un día fresco y ni mucho menos pensé que me fuese a bañar pero nada más lejos de la realidad, cuando empezamos a acercarnos a la arena sentimos como subía la temperatura y fué soltar las mochilas y al agua.



He de decir que después del baño, Montes me sorprendió ofreciéndome un bocadillo de jamón y un aquarius que me tenía preparado, cosas así hacen que los miércoles merezcan la pena.

Ojalá me equivoque y este no haya sido mi último día de playa y después del temporal que nos espera para el puente vengan algunos días calurosos.